Tortillas de maíz

Al recorrer tres cuadras en San Miguel de Allende, Guanajuato, me sorprendió ver precios muy diferentes de un kilo de tortillas de maíz. Visité tres establecimientos mercantiles, el primero fue el restaurante El Mota Bautista, donde el kilo de tortillas se puede adquirir por 40 pesos. El segundo fue la Tortillería Contreras. Allí el precio por kilo de tortillas está en 24 pesos. El tercer lugar, se trató de la tienda City Market, donde el precio es de 16.50 pesos, por cada kilo de tortillas de maíz.

En el primer caso, pregunté a las hermosas señoras que estaban preparando estos deliciosos alimentos ancestrales, si utilizaban harina de maíz comercial. Amablemente me respondieron que ellas preparaban el nixtamal, para después elaborar las tortillas con masa fresca. Este proceso prehispánico, justifica plenamente su precio, en virtud a su método que va desde la siembra del maíz, hasta la elaboración artesanal de cada una de las tortillas.

Por lo que hace al segundo negocio visitado, el precio es muy semejante a de otras tortillerías, donde sus productos son hechos con harina de maíz comercial y maquinaria especializada. En estos negocios, la utilidad ideal es del 30%. Si a 24 pesos le restamos este porcentaje de esta ganancia, el resultado es de 16.8 pesos. Esta cantidad es casi igual al precio del kilo de tortillas en la tienda de lujo City Market. En este supermercado podemos encontrar un kilo de carne Kobe en 9 mil 990 pesos y una botella de vino Le Pin, en 95 mil pesos. Entonces, ¿por qué vender al costo o por abajo del costo el kilo de tortillas de maíz?

Personas del City Market de San Miguel de Allende, me confiaron que la harina utilizada para sus tortillas de maíz es de la marca MASECA, producida por la empresa GRUMA. Esta es una multinacional que domina el mercado mexicano, con una participación de poco más del 69%. Su distante competidora MINSA, ocupa el 21% del mercado en nuestro país. Esta última, pasó a manos de particulares en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. De esta manera, el Estado mexicano perdió la capacidad de poder incidir directamente en el precio de la harina de maíz.

Además de México, GRUMA tiene ventas en los Estados Unidos (EU), Centroamérica, Europa, Asia y Oceanía. Sus ventas netas en el segundo trimestre del 2022, ascendieron a 1,337.4 millones de dólares, con un crecimiento de 19% respecto al mismo trimestre de 2021, según datos de su propia página en internet. Con este inmenso poder, GRUMA arroya a sus microcompetidores, vendiendo a costo sus tortillas en supermercados, o al menos al estar de acuerdo en que así lo hagan los dueños de estas poderosas corporaciones.

No es casualidad que las tortillas de maíz se encuentren siempre hasta el fondo del súper. Para llegar a ellas, hay que pasar por pasillos llenos de mercancías que quizá compremos de manera impulsiva, sin haber planeado esa adquisición. En base a esto, podemos pensar que el bajo precio del kilo de tortillas en los supermercados, es una estrategia de venta general, donde los productos gancho se venden sin utilidad o por debajo de su costo de producción, para provocar ventas de productos que están a su alrededor. Esto perjudica de manera importante a los microempresarios dedicados a la producción de tortillas de maíz.

La presencia dominante de GRUMA y MINSA en el mercado mexicano, les permite fijar el precio de la harina de maíz y por ende, de las tortillas. Ante esta realidad, es pertinente preguntarnos ¿en qué se basan GRUMA y MINSA para calcular sus precios?

Según datos de Elsevier, empresa de análisis de información global, GRUMA y MINSA no basan sus precios en sus costos de producción, sino en los precios de EU. Esto les genera enormes utilidades, toda vez que los gastos de producción son más elevados con nuestros vecinos del norte. El crecimiento de la oferta de harina de maíz desde los años 50 hasta el año 1996 del siglo pasado, se explica principalmente por la sustitución de masa fresca por la harina de maíz, producida por GRUMA, MINSA y algunas otras empresas con ventas marginales.

Ante este fenómeno, existe una inmensa oportunidad de trabajar de la mano de los campesinos mexicanos, implementando procesos artesanales a sus cosechas, para que no sean vendidas solo como materia prima. Máxime cuando hemos alcanzado la autosuficiencia en el maíz blanco y mientras nuestro sector agrícola se encuentra en constante crecimiento, gracias a programas como los de producción para el bienestar, producción para el autoconsumo, fertilizantes gratuitos y precios de garantía.

La participación de GRUMA y MINSA, en el Acuerdo Contra la Inflación y la Carestía, a iniciativa del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, es una buena señal, de que estas poderosas empresas pueden entender el nuevo Humanismo mexicano. Perjudicar a los microproductores de tortillas de maíz, por una simple estrategia comercial que podría revertirse y volverse perjudicial, no vale la pena.